lunes, 17 de enero de 2011

Despedida




David miró a la joven, levantó una mano que se le antojaba muy pesada y rozó el rizo que una vez más le invadía la frente.Jenna rió algo avergonzada.

—Siempre se escapa. Es díscolo, como su dueña.

Jenna levantó la mano para devolverlo a su lugar, pero David le asió los dedos para impedírselo.

—Es hermoso —aseguró—. Negro como la noche y hermoso como la eternidad.

Se incorporó con un enorme esfuerzo, pues la fatiga tiraba de su cuerpo como una mano suave e insistente, y le besó el rizo. Jenna cerró los ojos y suspiró. David advirtió que temblaba bajo sus labios. La piel de su frente estaba muy fresca, y la curva oscura del rizo díscolo era suave como la seda.

—Quítate el griñón otra vez —pidió.

Jenna obedeció sin hablar. Por un instante, David se limitó a
contemplarla. Jenna le devolvió la mirada con expresión grave. El muchacho le acarició el cabello, sintiendo su peso sedoso, como la lluvia, pensó, como una lluvia pesada, luego apoyó las manos en sus hombros y la besó en ambas mejillas.

—¿Querrías besarme como un hombre besa a una mujer, David? —le rogó Jenna cuando se apartó—. ¿En la boca?

—Sí.

Y tal como había imaginado, la besó en los labios. Jenna le devolvió el beso con la torpe dulzura de quien nunca ha besado, salvo tal vez en sueños.
David se apartó lentamente y vio como ella sonreia, aún con los ojos cerrados. Y en ese instante supo que estaba loca y completamente enamorado.

-Jenna- Susurró el muchacho.- Quiero que me prometas una cosa...

Ella le dolvió la mirada, esa mirada de ojos verdes que el recordaria siempre.

-Lo que quieras.- Contestó la muchacha mientras acariciaba su mano.

-Si algo me ocurriera, quiero que cojas esto y se lo lleves a Carlos. -Dijo David mientras le entregaba un objeto redondo y frio al tacto.

Ella lo miró con los ojos llenos de sorpresa.

-¿Carlos? ¿El de la Fuente?

David sonrió sin querer. Por mucho tiempo que pasara, Jenna seria incapaz de pronunciar bien el nombre de su amigo.

-Ea...-Contestó.-Carlos, el de la Fuente...Él entendera...

-Pero yo quiero acompañarte en tu viaje, David hijo de Alain. -Murmuró Jenna acercándose a él.-Durante tanto tiempo como pueda o me lo permitas.

-Pero yo no puedo volver, Jenna...No puedo...

David se calló al ver que por el rostro de Jenna surcaba dos lagrimas que descendian suavemente.

-¿Por que lloras? -Le preguntó el muchacho mientras se acercaba a ella.

Jenna lo miró y susurró:

-Nunca me habían besado, y me ha hecho llorar... Y no quiero separme de ti...Nunca...

David recogió las dos lágrimas con la punta de sus dedos y besó la parte de su rostro por la que habian bajado. Ella se recostó junto a él y lo abrazó con fuerza.

-Ea...-Murmuró David devolviendole el abrazo.-Seguiremos juntos...Tanto como Dios lo permita...

Pero una sombra fugaz cruzó por sus ojos mientras decia esas palabras. El peligro se acercaba, y no estaba seguro de poder hacerle frente esta vez...

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